Saltar al contenido

La Masa

¿Llegaron tarde? No, eso se repetía para calmar la culpa, pero la verdad era más simple y más jodida: no los dejaron hacer nada. Dos contra cien, ¿qué se suponía que iban a hacer? Ya para entonces la locura se había apoderado de todos. Esa cosa que llaman “la masa”, que siempre suena tan abstracta, tan sociológica… qué inhumana podía llegar a ser. Y cómo no, si el sistema mismo se encargaba de pudrirlo todo desde adentro. Convertía a la gente común en verdugos furiosos.

No era la primera vez. Y, mierda, no iba a ser la última.

Pero justo hoy, como si la tragedia necesitara burlarse de ellos, había aparecido el celular. El famoso celular robado. Lo tenía la sobrina de la agraviada; lo había tomado “por si acaso”, eso dijeron. ¿Y ahora qué? Silencio. Nadie decía nada. Nadie iba a decir nada. La masa empezaba a disolverse, como si nunca hubiera estado allí, como si no hubiera hecho lo que todos sabían que hizo.

—¡Álvarez! Vamos a hacer el levantamiento —le gritó su compañero, sacándolo del trance, justo cuando el olor a carne chamuscada le invadía las fosas nasales. Denso. Dulzón. Imposible de olvidar.

Publicado enMicrorrelatos